04 May
04May

Fue uno de los inviernos más fríos que se recuerdan del siglo XX.

El 11 de febrero de 1956, Clara vino a la inhóspita península con la familia para la que trabajaba en su isla, Gran Canaria.

Aterrizó en Madrid (claro) y estuvo unos días en casa de su hermano Ramón que se había aventurado años antes a abandonar las islas y hacerse paracaidista. 

Hacía tanto frío que la Señora Concha (suegra de Ramón y madre de nuestra siempre querida tía Juani) le metía a esa pobre canaria ladrillos calientes en la cama para que no muriera congelada.

La aventura de Clara iba a durar 1 año. Después volvería a su isla.

Pero sabemos que la vida nos sorprende y que nunca podemos dar nada por hecho.


Esta fue la Zaragoza que encontró.

Y en ese tiempo mientras seguía trabajando, se echó una amiga que mira por donde se casaba ese mismo año.

El 25 de octubre en La Magdalena, conoció a un mozo que iba por parte del novio. 

En esa época la Magdalena tenía más o menos está pinta.

El caso es que quedaron prendados el uno del otro. 

Él tan formal y serio, ella tan diferente y alegre.

Y como una cosa lleva a la otra, el 25 de octubre de 1957 hubo otra boda. Esta vez, Clara era la novia.

La ceremonia se celebró (con algo de guasa que reservo para otro momento), en la Iglesia de Santiago. 

Y así fue como nuestra protagonista empezó el camino de ser madre.

Primero llegó Ramón, el 11 de agosto de 1958.

En febrero de 1962 tuvo un aborto. Su RH era negativo y antaño esas cosas no se controlaban.

Luego llegó Pilar, el 28 de noviembre de 1962 y finalmente Clara, el 27 de enero de 1967.


En la C/ Predicadores vivió gran parte de su vida. Era la Zaragoza de los 60 y 70. Una España en blanco y negro.

Clara fue sobre todo una mujer fuerte. Sacó adelante a sus tres hijos y cuidó de su cuñada discapacitada.

Estaba muy lejos de los suyos y solo de carta en carta sabía algo de ellos.

Su marido era camarero así que paraba poco en casa. Creo que se casó con un buen hombre, culto y educado, pero no me parece que fuese un buen compañero (quizás sí lo fue al final)

Una mujer con luces y sombras. A veces con más sombras que luces, pero con un amor que desbordaba. 

Creo que te podía haber cuidado mejor, que podía haber tenido más paciencia de la que tuve.

De lo que estoy segura, mamá, es que no te pude ni te puedo querer más.

Allá donde estés, te guardo un abrazo 


Pido disculpas  por no haber citado la fuente de las fotos. Mi agradecimiento a todos ellos.



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